Yod, décima letra,
“La mano: en alianza la mano y la palabra: de alef a tav se
extiende yod: el tiempo no partido: la longitud de todo lo
existente cabe en la primera letra del nombre: yo no podría
franquear este umbral: no está mi voz desnuda: la mano es
una vibración muy leve como pulmón de un ave o como el
despertar: lo que es de tiempo no es de tiempo: no pasaré o
no entraré en el nombre: exilio: separaré las aguas para que
llegues hasta mí, dijiste: la mano es un gran pájaro incendiado
que vuela hacia el poniente y se consume como una
antorcha de oscura luz.”
La tercera lección que comienza con Yod, inicia el declive de la Vida que no es otro que su inicio completando así el círculo de la existencia. La “mano” es el ser vivo fuera del vientre materno, es también la paloma que en la imagología valentiana representa el ser vivo en ese momento entre el umbral de la vida (después de haber rebasado dicho umbral) y la muerte. Es representativa la imagen del ave que vuela hacia el oeste en llamas, están en esa frase condensadas la Vida representada por el “gran pájaro” que a su vez está en llamas, la raíz invertida como veíamos más arriba, que es vida pero condenada a extinguirse y el poniente donde el Sol desaparece, la Muerte. La “antorcha de oscura luz” como la que se consume nuestra ave no es otra la muerte, con esta paradoja Valente nos indica que la oscuridad, la muerte nos es más que la otra cara de la luz, la vida. La antiluz no es más que el cierre del círculo vital.
Caf, undécima letra,
“Palma: palma o concavidad o bóveda o vacío: oscura espera
de la luz: cuando los brazos fatigados caen redesciende la
noche: quien ora brota da la matriz, viviente, o de la muerte:
los brazos alzan, igual que un árbol, palmas: palma o
concavidad o vaso: en medio de la noche: para que pueda
así nacer sobre la sobra el signo: trazar los signos: signos
o letras, números, la forma: nombrar lo recibido: ciego
bautismo de la luz: el rayo.”
En este poema, Valente nos vuelve a llevar a través de su interpretación de la vida como un círculo que se repite una y otra vez. Son frecuentes las secuencias de palabras que sugieren el ciclo vital: “palma o concavidad” “bóveda o vacío”. En este poema se enlazan los dos temas fundamentales del poemario que son la Creación del signo y la oposición vida/muerte. Para que exista el Signo ha de existir el ciclo vital, para que éstos se tracen y a su vez dicho signos se tracen para que exista el ciclo vital.
Lamed, duodécima letra,
“Tocaste las aguas, la quietud de las aguas, y engendraste la
vibración: creciste en círculos: descendiste a los limos: penetraste
en la noche y en la viscosidad: creció lo múltiple:
raíz de engendramiento: tú eres y no eres inmortal.”
La quietud que es la no-pulsación, la Nada por así decirlo, con “tocaste las aguas” Valente se está refiriendo a que la no-vibración nace la vibración misma porque esta no-vibración es más vibración que cualquier otro movimiento.
El ciclo vital vuelve a aparecer en este fragmento: los círculos son el ciclo vital, el descenso a los limos, la muerte; la noche es el umbral y la viscosidad el estado latente (“pez” en la imagología de este poemario), la vida crece y se vuelve raíz de nuevo. La vida es inmortal en tanto a que con la muerte de unos de logra la vida de otros.
Mem, décimo tercera letra,
“En el vértigo de la inmovilidad: las aguas: lo que en ellas
oscuro se alimenta a sí mismo igual que un padre hembra:
noche de la materia: fluir fetal en la deriva quieta de las
Madres: en donde nada opone resistencia a la vida: el que
espera entrar en el nombre ha de velar nocturno a las orillas
de la sola quietud: las aguas.”
Se vuelve a tocar el tema de la quietud como creadora de todo movimiento. Así como del “Zen” oriental que es la nada se crean todas las demás cosas, de la quietud surgen todos los movimientos[1]. Fluye pues la vida por los canales de la previda y de la muerte, en éstos nada se opone a la creación de la misma. La quietud es creadora de todo este camino y es el Signo.
Nun, décimo cuarta letra,
“Para que sigas: para que sigas y te perpetúes: para que la
forma engendre a la forma: para que se multipliquen las especies:
para que la hoja nazca u muera, vuelva a nacer y vea
la imagen de la hoja: para que las ruinas de los tiempos juntos
sean la eternidad: para que el rostro se transforme en
rostro: la mirada en mirada: la mano al fin en reconocimiento:
oh Jerusalem.”
Este último poema es, probablemente el más importante del poemario: en él se junta el sentido de todo él dando cohesión a todos los demás poemas. Nun es el principio y el final, la perpetuación del círculo vital a través del Signo.
[1] “Lo inmóvil es siempre, por así decir, el reverso de lo que está en la quietud. Lo inmóvil mismo reposa en la quietud. Pero en la quietud tiene su esencia en esto que apacigua. […] La quietud es, en rigor, siempre más movimentada que todo movimiento […].” Heidegger M., (2002, p. 22)
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