sábado, 6 de octubre de 2007

Una humilde interpretación de Tres Lecciones de Tinieblas

José Ángel Valente es, a menudo, incluido entre la nueva hornada de poetas de la generación del 50 como Ángel González o Francisco Brines, éste nuevo grupo de poetas empieza a dejar atrás el uso del poema como instrumento trasmisor de una ideología a partir del fin de la dictadura (1975). Puede decirse que la poesía en esta época evoluciona a una interiorización de la misma creándose a sí misma desde la expresión del signo. En la poética de Valente, esta evolución se hace patente casi desde el principio de su obra, yendo cada vez más hacia una poesía de carácter hermético y con rasgos místicos.
Puede decirse la actitud ante el poema que Valente adopta es, en la mayoría de los casos y especialmente en Tres Lecciones de Tinieblas, una actitud pasiva, de contemplación. Aquí, la experiencia creativa es a la vez tema y objeto de las representaciones. Según el mismo Valente, Tres Lecciones de Tinieblas no es sino una combinatoria basada en dos ejes: el vertical que es donde residen las letras, la esencia creadora y el horizontal, donde reside la Historia y junto a ella todas las historias contadas y por contar. En el universo de las letras reside la Creación o lo que es lo mismo “El Santo, bendito sea, reside en las letras”, las letras son el Dios de la imagología Valentiana. Es por tanto, el poema un conocimiento “haciéndose”. La poiesis surge de la valencia múltiple de todas y cada una de las letras.
Dice Valente que “Los catorce textos que componen Tres Lecciones de Tinieblas […] pueden leerse, pues, como un poema único: canto a la germinación y del origen o de la vida como inminencia y proximidad.” (Valente, p.223: 2002) Es este poemario pues, para el mismo autor un único poema, una Ursatz, que es el movimiento primario de la vida y que conlleva el movimiento de todas las letras, del Signo. Es una búsqueda del Poema Único en torno al cual todo poeta crea su obra, lo dicho en esas creaciones permanece en el limbo de lo no-dicho pues es lo que está en los símbolos el mensaje subyacente de cada fragmento de Poema Único. Se dice todo a la vez. El lugar donde habita ese Poema Único es la fuerza primaria que mueve toda la esencia creadora de aquello que aparece como ritmo. Desde una lectura única de Tres Lecciones de Tinieblas, brillan todos los poemas como conjunto. Todos y cada uno de ellos dicen lo mismo, dice el mismo canto de Valente al Signo, al Sinn¸ de ahí que puede leerse como una unidad integradora del Poema Único que es la Ursatz del autor.
El empleo de las imágenes de este poemario requiere un apartado para él solo. Valente emplea una imaginería influida por numerosas fuentes, la Biblia, la Toráh, la cabalística, otros poetas (ej. Paul Celan), mitologías diversas e importantes figuras del ámbito filosófico tan lejanas en el tiempo como Heráclito, filosofías orientales o Martin Heidegger.
Surge pues ante nuestros ojos un universo de imágenes que parten del umbral, del cero en la primera letra, alef, junto con Adán, el relámpago, creación de todo lo terreno y la sangre, la vida.
La vida comienza pues en la oscuridad, en lo cóncavo que es la matriz materna y centro de expansión de toda nueva vida, ahí en el amnios, en las aguas tiene lugar la nueva vida necesitada del Signo que la confirme como tal: “sobre las aguas, ven sobre las aguas: dales nombres, para que lo no que no está esté” o “lo que palpita tiene un ritmo y por el ritmo adviene: recibe y da la vida” (Valente, p.217: 2002). Son pues imágenes del ámbito de la previda (llamaremos así al estado que completa el círculo antes de la vida y tras la muerte), el pez (primera forma de todo ser viviente según estudios paleontológicos), el agua que está quieta pero fluye pues la quietud es fuente de todo movimiento y lo cóncavo, lugar donde habitan estos elementos de la previda que es la primera lección.
En la segunda lección, sin dejar de aparecer signos de la primera, como lo cóncavo, Valente introduce nuevos elementos que hace que la narración poética cambie de color por así decirlo: “el vagido brutal de lo que yace y pugna hacia lo alto” “respírame y expúlsame” (Valente, p.220: 2002), aquí es donde aparece la figura del eterno retorno, el pez, la paloma que vuela hacia lo alto y que acaba consumiéndose, siendo sierpe en la tierra de nuevo. Lo cóncavo que está dentro hace salir la vida pero ésta se consume por la raíz invertida que es la llama que es a la vez dadora de vida, ascensión y provocadora de la extinción y la vuelta a la tierra a la raíz primaria no invertida.
La tercera lección nos lleva a tercera instancia de la existencia, la muerte, en esta lección se halla uno de poemas claves del libro, “Nun” que es final y el principio recurriendo así a la idea de eterno retorno, idea que fue parte de la filosofía alemana del siglo XIX con autores tan conocidos como Nietzsche en su obra Die fröhliche Scienza, 1887, en la que afirma que el tiempo, al ser infinito da lugar a que se produzcan una y otra vez las misma acciones en el mismo orden y exactamente de la misma manera: “se alimenta a sí mismo igual que un padre hembra” (Valente, p.222: 2002). De este modo, Valente nos lleva a través de la última lección por un universo de estructuras sintácticas repetidas y de enumeraciones que siguen el esquema ya citado de “previda-vida-muerte”, “de alef a tav se extiende yod” (Valente, p.221: 2002) y sobre todo “la mano es un gran pájaro incendiado que vuela hacia poniente y se consume como una antorcha de oscura luz”. La existencia implica para él una unión, por así decirlo, con lo no existente y medio de las dos caras es donde reside el Signo el punto donde comienza la respiración, alef y nun al mimo tiempo.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Tercera Lección

Yod, décima letra,

“La mano: en alianza la mano y la palabra: de alef a tav se
extiende yod: el tiempo no partido: la longitud de todo lo
existente cabe en la primera letra del nombre: yo no podría
franquear este umbral: no está mi voz desnuda: la mano es
una vibración muy leve como pulmón de un ave o como el
despertar: lo que es de tiempo no es de tiempo: no pasaré o
no entraré en el nombre: exilio: separaré las aguas para que
llegues hasta mí, dijiste: la mano es un gran pájaro incendiado
que vuela hacia el poniente y se consume como una
antorcha de oscura luz.”


La tercera lección que comienza con Yod, inicia el declive de la Vida que no es otro que su inicio completando así el círculo de la existencia. La “mano” es el ser vivo fuera del vientre materno, es también la paloma que en la imagología valentiana representa el ser vivo en ese momento entre el umbral de la vida (después de haber rebasado dicho umbral) y la muerte. Es representativa la imagen del ave que vuela hacia el oeste en llamas, están en esa frase condensadas la Vida representada por el “gran pájaro” que a su vez está en llamas, la raíz invertida como veíamos más arriba, que es vida pero condenada a extinguirse y el poniente donde el Sol desaparece, la Muerte. La “antorcha de oscura luz” como la que se consume nuestra ave no es otra la muerte, con esta paradoja Valente nos indica que la oscuridad, la muerte nos es más que la otra cara de la luz, la vida. La antiluz no es más que el cierre del círculo vital.

Caf, undécima letra,

“Palma: palma o concavidad o bóveda o vacío: oscura espera
de la luz: cuando los brazos fatigados caen redesciende la
noche: quien ora brota da la matriz, viviente, o de la muerte:
los brazos alzan, igual que un árbol, palmas: palma o
concavidad o vaso: en medio de la noche: para que pueda
así nacer sobre la sobra el signo: trazar los signos: signos
o letras, números, la forma: nombrar lo recibido: ciego
bautismo de la luz: el rayo.”

En este poema, Valente nos vuelve a llevar a través de su interpretación de la vida como un círculo que se repite una y otra vez. Son frecuentes las secuencias de palabras que sugieren el ciclo vital: “palma o concavidad” “bóveda o vacío”. En este poema se enlazan los dos temas fundamentales del poemario que son la Creación del signo y la oposición vida/muerte. Para que exista el Signo ha de existir el ciclo vital, para que éstos se tracen y a su vez dicho signos se tracen para que exista el ciclo vital.


Lamed, duodécima letra,

“Tocaste las aguas, la quietud de las aguas, y engendraste la
vibración: creciste en círculos: descendiste a los limos: penetraste
en la noche y en la viscosidad: creció lo múltiple:
raíz de engendramiento: tú eres y no eres inmortal.”


La quietud que es la no-pulsación, la Nada por así decirlo, con “tocaste las aguas” Valente se está refiriendo a que la no-vibración nace la vibración misma porque esta no-vibración es más vibración que cualquier otro movimiento.
El ciclo vital vuelve a aparecer en este fragmento: los círculos son el ciclo vital, el descenso a los limos, la muerte; la noche es el umbral y la viscosidad el estado latente (“pez” en la imagología de este poemario), la vida crece y se vuelve raíz de nuevo. La vida es inmortal en tanto a que con la muerte de unos de logra la vida de otros.


Mem, décimo tercera letra,

“En el vértigo de la inmovilidad: las aguas: lo que en ellas
oscuro se alimenta a sí mismo igual que un padre hembra:
noche de la materia: fluir fetal en la deriva quieta de las
Madres: en donde nada opone resistencia a la vida: el que
espera entrar en el nombre ha de velar nocturno a las orillas
de la sola quietud: las aguas.”


Se vuelve a tocar el tema de la quietud como creadora de todo movimiento. Así como del “Zen” oriental que es la nada se crean todas las demás cosas, de la quietud surgen todos los movimientos[1]. Fluye pues la vida por los canales de la previda y de la muerte, en éstos nada se opone a la creación de la misma. La quietud es creadora de todo este camino y es el Signo.




Nun, décimo cuarta letra,

“Para que sigas: para que sigas y te perpetúes: para que la
forma engendre a la forma: para que se multipliquen las especies:
para que la hoja nazca u muera, vuelva a nacer y vea
la imagen de la hoja: para que las ruinas de los tiempos juntos
sean la eternidad: para que el rostro se transforme en
rostro: la mirada en mirada: la mano al fin en reconocimiento:
oh Jerusalem.”


Este último poema es, probablemente el más importante del poemario: en él se junta el sentido de todo él dando cohesión a todos los demás poemas. Nun es el principio y el final, la perpetuación del círculo vital a través del Signo.


[1] “Lo inmóvil es siempre, por así decir, el reverso de lo que está en la quietud. Lo inmóvil mismo reposa en la quietud. Pero en la quietud tiene su esencia en esto que apacigua. […] La quietud es, en rigor, siempre más movimentada que todo movimiento […].” Heidegger M., (2002, p. 22)

martes, 25 de septiembre de 2007

Segunda lección

Vav, sexta letra,

“Fuerza: caída sobre sí misma consumida: volvía
una y otra vez en busca de su nombre: mas no tenía nombre:
respuesta a la que nadie interrogaba: buscaba grietas,
surcos: la penetración: recorría superficies hambrientas: lo
lineal, lo liso: no se conocía: nada sabía o no sabía más de
sí que sentirse a sí misma fuerza ciega: se alumbró en lo
cóncavo: creció en lo húmedo: entró en las bocas de la tierra:
murió: fue concebida: desde morir al no morir: de
sobremuerte, el germen.”

El germen. El punto de comienzo de la vida otra vez, ese pálpito ya fecundado, alumbrado (dada la luz) en lo oscuro que es la muerte, retorno a la vida; otra vez insiste Valente en el concepto de panta rei que domina la filosofía griega de Heráclito. “Se alumbró en lo cóncavo”, de nuevo la idea de útero materno, “creció en lo húmedo” el agua como fuente de vida y finalmente “entró en las bocas de la tierra: murió” desciende para morir, bajo tierra. Se perfila aquí el movimiento que la vida a la muerte en este poemario: la vida se inicia abajo, asciende hasta lo alto y muere al volver a bajar comenzando un ciclo de vida.
La Fuerza creadora cuyas palabras tejen una sutil descripción de la concepción de los seres humanos a través de la experiencia erótica, “caída sobre sí misma: volvía una y otra vez en busca de su nombre […] buscaba grietas, surcos: la penetración”.

Zayin, séptima letra,

“Ahora tenía ante sí lo posible abierto a lo posible y lo
posible: y para no morir de muerte tenía ante sí mismo el
despertar: un dios entró en reposo el día séptimo: vestiste tu
armadura: señor de nada
[1], ni el dios ni tú: tu propia creación
es tu palabra: la que aún no dijiste: la que acaso no sabrías
decir, pues ella ha de decirte: la que aguarda nupcial
como la sierpe en la humedad secreta de la piedra: no hay
memoria ni tiempo: y la fidelidad es como un pájaro que
vuela hacia otro cielo: nunca vuelvas: un dios entró en reposo:
se desplegaba el aire en muchas aves: en espejos de espejos
la mañana: en un sola lágrima el adiós: te fuiste
como el humo que deshace incansable sus múltiples figuras:
no adorarás imágenes: señor de la nada: en el umbral del aire:
tu planta pisa el depertar.”


Este poema puede dividirse en dos partes entrelazadas por el concepto de dualidad, dios/palabra y vida/muerte:
Siete, un número especial en las religiones judía, cristiana y mahometana. El día en el que, según el Antiguo Testamento el Señor descansó después de la creación del mundo. “Tu propia creación es tu palabra” dice Valente, volviendo al concepto del Verbo como iniciador de la Creación, “ella ha de decirte” la Palabra forma parte de la Creación no por Dios sino junto a Dios, son las dos caras de una misma moneda.
Por otro lado, la Palabra que ha de decirte, es como la sierpe, que en la imagología de Tres lecciones de Tinieblas tiene que ver con la muerte y enlaza ambas partes de poema, Valente juega con los conceptos de vida y muerte como la misma cosa, la muerte, la sierpe, es el retorno a la humedad, al inicio de la vida. El umbral del aire antes de la vida “en el umbral del aire: tu planta pisa el despertar”.
Además de la inspiración judeocristiana, Valente toma la idea de vacío como fuente de vida de la filosofía oriental, puede decirse que es umbral del que habla, ese vacío que separa la vida y la muerte es equiparable al “zen” del budismo en el que la Nada es fuente de energía.

Jhet, octava letra,

“Deja que llegue a ti lo que no tiene nombre: lo que es raíz
y no ha advenido al aire: el flujo de los oscuro que sube en
oleadas el vagido brutal de lo que yace y pugna hacia lo
alto: donde a su vez será disuelto en la última forma de las
formas: invertida la raíz: la llama.”

En Jhet se abre camino la Vida, las oleadas, cada vez más cercana a la Vida, símil del parto y el vagido, el llanto del recién nacido. Jhet, es el alumbramiento, desde lo profundo de la previda, desde el pez hacia lo alto. La raíz invertida que es la llama que a su vez se consume para volver a ser raíz. Otra vez el concepto de rotación, de Panta Rei.

Tet, novena letra,

“La sangre se hace centro y lo disperso convergencia: todo
es reabsorbido desde la piedra al ala hasta el lugar de la
generación: las aves vuelan en redondo para indicar el centro
de lo cóncavo: el mundo se retrae a ti: porque el vientre
ha de ser igual al mundo: engéndrame de nuevo: hazme morir
de un nuevo nacimiento: respírame y expúlsame: animal
de tus aguas: pez y paloma y sierpe.


La expulsión del seno materno es morir de nuevo, después de la expansión de la Vida todo vuelve al mismo punto del principio, converge hacia un mismo punto hasta su desaparición, la Nada como origen del movimiento de nuevo y Panta Rei. “Las aves vuelan en redondo para indicar el centro de lo cóncavo”, las aves que vuelan en redondo vigilan a su presa que ponto ha de morir.
Existe una comparación antitética entre el mundo y el vientre materno. El mundo es una madre que con cada inspiración alimenta a la vida que habita en su interior y más adelante la expulsa a la Vida, así el mundo alimenta la Vida con cada porción de oxígeno que aporta pero al final nos expulsa a la Muerte.


[1] "In der Mandel -was steht in der Mandel? Das Nichts.” Paul Celan

domingo, 23 de septiembre de 2007

Tres Lecciones de Tinieblas: Lichtzwang (primera lección)


Tres Lecciones de Tinieblas, escrito entre 1979 y 1980, es un pequeño poemario que consta de catorce poemas los cuales se distribuyen en tres “lecciones”. La primera lección cuenta con cinco poemas, la segunda con cuatro y la tercera con cinco de nuevo. Cada poema tiene por título una letra del alfabeto hebreo.
El título del poemario tiene ya una gran importancia pues nos introduce en el mundo de sutilezas que es lenguaje, el lenguaje no es algo claro sino que embrolla la realidad o la crea según su uso. Son claves los dos sustantivos del título, “lecciones”, algo que ha de aprenderse y tenerse en cuenta y “tinieblas”, oscuridad, ceguera. Aprender de la oscuridad cuando todo parece tan claro, es esa palabra alemana que no tiene traducción al español, “Lichtzwang”, la luz obligatoria que no deja ver lo que hay en lo oscuro, en el origen.
Valente abre su texto con unos versos del rabino Dov Baer de Mezeritz que dicen,
“El Santo, bendito sea, reside en las letras”
Con esta cita, el autor deja clara la intención de su poemario. “El Santo”, el espíritu, el origen de todas las cosas, reside en las palabras. “En principio fue el verbo” [Gn, 1-2].

Primera lección:

Alef, la primera letra del alfabeto hebreo, el eje de las letras,

“En el punto donde comienza la respiración, donde el alef
oblicuo entra como intacto relámpago en la sangre: Adán,
Adán: oh Jerusalem.”

El “punto donde comienza la respiración” marca un principio, el Principio donde nada ha comenzado ni inspiración ni espiración, es un umbral (“Schwelle” en alemán) que da título a un libro de Celan (Von Schwelle zu Schwelle[1]) y a uno de los puntos centrales del discurso de Heidegger sobre el Habla[2].
El “alef”, es decir, el inicio, entra en el torrente sanguíneo, se da a la vida comienza a existir la palabra y con ella la Vida, Adán, el principio, el primer hombre. Jerusalem, la primera ciudad santa. Marca la entrada en el mundo del lenguaje y la representación de lo irrepresentable.

Bet, segunda letra, ubicación, lugar, el eje de la historia,

“Casa, lugar, habitación, morada: empieza así la oscura
narración de los tiempos: para que algo tenga duración,
fulguración, presencia: casa lugar, lugar, habitación, memoria:
se hace mano lo cóncavo y centro de la extensión: sobre las
aguas: ven sobre las aguas: dales nombres: para que lo que
no está esté, se fije y ser estar, estancia, cuerpo: el hálito fecunda
al humus: se despiertan, como de sí, las formas: yo
reconozco a tientas mi morada.”

Lo cóncavo, el agua, el humus, son elementos dadores de vida. La vida se inició en el agua y por ella, el humus alimenta seres vivos y se nutre de ellos, rotación y; lo cóncavo, la matriz donde comienza una nueva vida. “Dales nombres: para que lo que no está esté, se fije y sea estar” el principio en el que lo único que existía era el Verbo y de él fueron saliendo las palabras que dieron nombres a la realidad y organizaron el caos. Es el punto donde confluyen los dos ejes: el de las letras y de la Historia, las letras como fuerza creadora de historias pues en ellas residen.
“Se hace mano de lo cóncavo y centro de la extensión”, las palabras “mano”, “cóncavo” y “centro” son muy importantes en esta serie de poemas, la mano cobra relevancia durante la segunda lección como representante del crecimiento y el alcance de cimas pero aquí es más importante la palabra “cóncavo”; la concavidad simboliza la Madre, el útero donde se inicia la vida, la gestación. “Ven sobre las aguas: dales nombres, para lo que no está esté” vuelve Valente a incidir sobre ese Verbo inicial que da lugar a todos lo demás imponiendo su orden silábico a un caos donde nada tiene forma definida.
La estructura de este segundo poema, con comas y dos puntos da al párrafo un ritmo constante como de fluir de agua, el lenguaje fluye, “Panta rei”, y cambia.

Guimmel, la tercera letra,

“El movimiento: exilio: infinito regreso: vértigo: el solo movimiento es quietud.”

Movimiento primario que desencadenan las palabras, la quietud de lo que hay antes es un movimiento en sí, la previda. El infinito regreso, cierra el círculo del eterno retorno, todo vuelve a suceder eternamente una y otra vez.

Dalet, cuarta letra hebrea,

“Tejí la oscura guirnalda de las letras: hice una puerta: para
poder cerrar y abrir, como pupila o párpado, los mundos”

Abrir y cerrar los ojos es ver un mundo diferente cada vez de acuerdo con el concepto heraclitiano de “panta rei” ya planteado anteriormente, el concepto de “ojo” como puerta a otros mundos se puede ver ejemplificado en el poema de Paul Celan “Mit wechselndem Schlüssel” (“Con llave cambiante”):

Mit wechselndem Schüssel
schließt du das Haus auf, darin
der Schnee des Verschwiegenen treibt.
Je nachndem Blut, das dir quillt
aus Aug oder Mund oder Ohr,
wechselt dein Schüssel.

Wechsetl dein Schlüssel, wechsetl das Wort,
das treiben darf mit den Flocken.
Jen ach dem Wind, der dich fortstößt,
Ballt um das Wort sich der Schee.
[3]

Finalmente, He, la quinta letra con la que finaliza la Primera Lección,

“El latido de un pez en el limo antecede a la vida: branquia,
pulmón, burbuja, brote: lo que palpita tiene un ritmo y por
el ritmo adviene: recibe y da la vida: el hálito: en lo oscuro
el centro es húmedo y de fuego*: madre matriz, materia:
stabat matrix: el latido de un pez antecede ala vida: yo descendí
contigo a la semilla del respirar: al fondo: bebí tu
aliento con mi boca: no bebí lo visible.”

En ‘He’ tenemos ya el comienzo de la vida en primerísima instancia: el latido, el primer movimiento de la vida. El aire y la respiración que forma parte también de otro movimiento imprescindible para la vida, la respiración; se retoman en este fragmento como condición para la palpitación, para el Inicio. También vuelve concepto de matriz y humedad conditio sine qua non para la vida, pero esta vez el centro, el núcleo donde tiene lugar la Creación es paradójicamente húmedo y de fuego: una liberación de energía sobre lo tranquilo. La “semilla” está presente también en este poema, es lo necesario para que se fecunde lo que está latente y salga a la luz desde ese centro oscuro.
Este poema ya toma consistencia la simbología que Valente emplea en toda la secuencia de poemas, aparece el “Pez” que es en este poemario representa la previda que es la Primera Lección, el Génesis de las palabras.


[1] Trad. “De Umbral en Umbral”
[2] “La intimidad de mundo y cosa reside en el entremedio, reside en el Unter-Schied, en la Diferencia. La palabra Diferencia está ahora liberada de su uso habitual. Lo que nombra esta “Diferencia” no es un concepto genérico para todas las diferencias posibles. Ahora la nombrada la Diferencia es sólo una en cuanto a tal. Es única” Heidegger M., (2002, p. 18)
[3] Trad. [Con llave cambiante/ abres la casa en que se arremolina/ la nieve de lo callado./ Según la sangre que te brote/ de ojo, boca u oído/Cambia tu llave./Cambia tu llave, cambia la palabra/ que puede arremolinarse con los copos./ Según el viento que te empuje/ se amontona la nieve en torno a la palabra.]

jueves, 13 de septiembre de 2007

De nuevo reflexiones personales

Me cargan. Me cargan todas esas personas que dicen lo más cotidiano con palabras bonitas. "Me voy a otro país" pero no. Pero "bla-bla-blá". Os lo advierto, tergiversadores de la realidad: no va a cambiar nada, o más bien va a cambiar todo, exactamente todo lo que cambiaría si os quedarais. La maduración del ser humano no depende de los sitios donde vive sino de cómo los vive, de la reflexión de cada uno y de sus propias decisiones, el azar juega una parte mínima, poco trascendental. Es cierto que puedes aparecer de la noche a la mañana en un sitio extraño que no conoces de nada, pero ¿no es acaso lo mismo que cuando se rompe algo dentro de ti que te hace cambiar tu modo de ver la realidad? Aviso: tu patria (ah, que palabro más feo) son tus amigos, tus familiares, la gente que te importa, no un país. No un lugar. Sé que todo suena muy bonito :) ironías de la vida, pero creo que ha quedado bastante claro de qué estoy hablando.

Me cargan. Me cargáis todos aquellos que hacéis de un recorrido en tren algo mágico. No lo es. El ser humano no es más que un organismo pluricelular... cuando se acaba la biología se acaba todo, y por mucho que os esforcéis tenemos demasiada poca importancia como para poder ser algo relevante. La Historia es poco relevante. Nada importa, nada queda. Todo son palabras, palabras, palabras.

Ahora me siento como uno de esos telepredicadores rancios. Bien por mí.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Sobre los héroes: Edad media, cristianización y paganismo

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, el oeste europeo fue invadido por pueblos que venían del norte, godos, vándalos y germanos tomaron posesión de el occidente europeo trayendo a estos pueblos nuevas costumbres y un nuevo modo de ver la vida.
Los pueblos de norte ya venían más o menos cristianizados y con una fuerte romanización así que las invasiones no fueron excesivamente violentas y los lugareños, cansados del corrupto sistema romano aceptaron de buen grado el nuevo sistema feudal (parecido a los foedus germanos) y las nuevas costumbres, modo de vida, etc. Como ya habíamos dicho en las consideraciones históricas, el cambio de sistema gubernamental provocó la necesidad de un héroe noble, pero esto no será hasta más adelante. Primeramente los primeros héroes de tipo cristiano en la Europa occidental fueron los dados por las invasiones árabes en la antigua Hispania.
Así surge por ejemplo el mito de Don Pelayo, rey godo en torno al siglo VIII en los que hoy en día es Asturias (España). Se tiene constancia por textos de crónicas de la existencia de un Cantar de Covadonga a día de hoy perdido, pero aún pervive el mito entre las gentes de lugar. Según la leyenda a este rey se le apareció la Virgen María en una cueva (aún se conserva el supuesto lugar) y ésta le dio un mensaje: los godos debían echar a los invasores musulmanes que venían del sur. El rey cogió a sus fieles seguidores y con la ayuda de las rocas desprendidas de lugar echaron a los invasores árabes que los superaban en número. Éste es un mito muy estudiado por los historiadores del lugar y lo que se estima que ocurrió en realidad es que al caudillo árabe no le interesaban demasiado las tierras, por tanto al ver la resistencia de los lugareños desistió.
Más adelante los cantares de Reconquista de tierras árabes por caudillos cristianos, dará lugar a muchos otros cantares de gesta como el Cantar de Mío Çid, el único que se conserva de esta época (en manuscritos tardíos del siglo XIV) y que ni siquiera está completo.
La influencia del Camino de Santiago en este tipo de literatura es muy grande y así es como hasta nosotros llega el Cantar de Roldán (la famosa Chançon de Roland) y todos los tópicos del Amor Cortés provenientes de la Pronvenza francesa. Este es un tipo de literatura de carácter fundamentalmente oral y así como en la literatura de rapsodas griegos, se repiten estructuras nemotécnicas muy similares como la repetición de tiradas de versos, de epítetos, etc. Así como otras nuevas técnicas como la rima en asonante que contribuían a fijarse mejor en la memoria de quien recitaba:




Prisieron Çebolla e quanto que es i adelant
miedo an en Valençia que no saben que se far;
las nuevas de mio Çid, sabet, sonando se van.

Sonando van sus nuevas, alent parte del mar;
alegre era el Çid e todas sus compañas,
que Dios le ayudara e finiera esta arrancada.
[1]

Más adelante en la literatura española se escribirá Las Mocedades de Rodrigo, un poema que trata sobre la juventud de héroe, es típico de la literatura medieval continuar la obra de un poeta años después de su divulgación, así como también se continuaron los relatos de la materia de Bretaña (más abajo se hablará de ello). Esta tradición seguirá en la literatura española como veremos en las Sergas de Esplandián, continuación del Amadís de Gaula o incluso con el Quijote de Avellaneda. El Cid retratado en las Mocedades de Rodrigo, no es el mismo gran héroe, comedido y justiciero, gran guerrero y lleno de virtudes que se nos presenta en el Cantar de Mio Çid, sino un joven arrogante y respondón que se enfrenta al criterio del rey e incluso al del Papa. Esto nos deja claro que la necesidad del un héroe era cada vez menor en una sociedad que cada día se acercaba más a la monarquía absoluta.

Oítme, dixo, amigos, parientes e vasallos de mi padre:aguardat vuestro señor sin engaño e sin arte;si viéredes que el alguazil lo quisiere prender, mucho apriesa lo matat:¡tan negro día haya el rey como los otros que ahí están!non vos pueden dezir traidores por vos al rey matar (...)[2]


Por otro lado, la nueva concepción del amor que surge en la Provenza en el siglo XI, infecciona la literatura francesa y la británica de la época. Es de mencionar el famoso Ciclo Artúrico en el que se nos presenta el reino de un supuesto monarca cuya corte se sitúa según los escritos en Camelot, y del que no se tiene ningún dato seguro sobre si su existencia fue real o no. Del mito de Arturo surge mucha polémica ya que el mito original está plagado de personajes oscuros pertenecientes al paganismo, como brujas (la misma hermana de Arturo, Morgana) y magos (el célebre Merlín). Los cristianos que retomaron esta temática dieron poco a poco, un sutil giro a las tramas caballerescas llevándolas hasta la culminación de la caballería celestial, esto es la búsqueda del Santo Grial, que no es otro que, según los relatos cristianos, el cáliz de la Última Cena.
Uno de los más importantes representantes de la literatura artúrica es Chrétien de Troyes, oriundo de la Champaña francesa y considerado el primer novelista francés; trabajaba a las órdenes de Felipe de Flandes en el siglo XII. Es muy interesante analizar la obra de Chrétien porque en la evolución del propio autor se puede apreciar la evolución misma del caballero. En torno a los caballeros del rey Arturo existe toda una mitología en la que inspiran gran cantidad de obras, ensayos, etc. Desde nuestro punto de vista existen dos tipos de caballeros: por un lado está el caballero cortés, influenciado por la corriente provenzal del amour courtois, es un hombre que por amor y fidelidad a su dama corre todo tipo de aventuras con el fin de buscar el agrado de ésta y de su rey. Caballeros de este tipo son por ejemplo Galván (Sir Gawain) y Lanzarote (Sir Lancelot). Este tipo de aventuras son con las que Chrétien empieza su obra, pero según va madurando tanto su técnica narrativa como su formación, el caballero ideal va sufriendo poco a poco una transformación que culminará con la creación del cuento del Grial y con él el caballero Perceval, el puro. Perceval va más allá en la Búsqueda. La Queste, se transforma en una búsqueda mística, el puro es el único capaz de encontrar el Santo Grial que pasa a ser un objetivo místico más que un cáliz. La novela de Chrétien queda inconclusa y será terminada por muchos otros autores que continuarán con el tema aunque ninguno queda a la profundidad que el Perceval de De Troyes tiene. También el Grial es hallado por Galaad, el casto. Con esto se añade una nueva característica al héroe: la altura moral, además de valiente, buen luchador, cumplidor con una causa (su rey, su pueblo…), ha de ser puro[3].



[1] [Conquistada queda Puig y sus alrededores. En Valencia nadie sabe qué hacer de miedo y por todas partes va sonando la fama del Cid/La fama llega hasta allende el mar. El Cid y sus compañeros dan gracias a Dios que los ayuda en la guerra.] Cantar de Mío Cid, ed. Menéndez Pidal, prosificación moderna de Reyes, A., Madrid, Espasa, 1995
[2] Menéndez Pidal, R., Cantar de Rodrigo y el Rey Fernando, Madrid, Espasa, 1951
[3] García Gual, C., Historia del Rey Arturo (análisis de un mito literario), Madrid, Alianza, 1983

jueves, 6 de septiembre de 2007

Reflexiones personales

Muchas veces pienso en por qué los héroes, por qué siempre, siempre, siempre me han fascinado tanto. Guardo recuerdos de todos los cursos en la universidad: en primero con Ulises y Eneas en latín, en segundo Amadís de Gaula y su descendiente, Esplandián, la princesa Oriana (qué nombre tan bonito), los magos, los dragones (¡Grendel! ;) -alguno entederá ésto-) y cómo no, Don Quijote y su escudero; en tercero fue el Cid campeador, Minaya, Apolonio, Aleixandre, Sígfrido, Brunilda... El último año fue especial y no hubo un héroe, al menos no uno que haya aprendido en clases magistrales, este año descubrí (o más bien me descubrieron) las maravillas de la literatura francesa, alemana y ¿sajona? (corregidme, por favor) medieval :) (muchas gracias a los dos), la materia de Bretaña que tanto me ha gustado y que ya forma parte de mí (mi caballero preferido es Perceval, aunque vosotros sabéis que yo siempre seré Sir Robin el-no-tan-valiente-como sir-Lancelot) con el famoso y a la vez poco conocido rey Arturo, Ginebra, Lancelot, Galván, Galaad, Merlín, Erec y Enide, el ciclo de Tristán (qué nombre tan bonito, de nuevo) e Isolda. Son tantas cosas...
Y no son sólo los años de carrera, desgraciadamente ya sólo me queda uno por delante, sino que la fascinación por estos personajes ya viene de atrás, están Bastian y Atreyu (sobre todo Bastian y Atreyu), Frodo, Aragorn, Gimli (juajuajua), Iván Surin y todos los Ivanes, Rodiones, Dmitris y Vladimires ¡y Baba Yaga!, los cuentos de los hermanos Grimm, Perrault y otros más modernos como el ya citado Kenshin, el guerrero samurai (qué gracia me hace que digan eso al principio de cada capítulo) e incluso el tan amado y odiado Harry potter que llegó a mis manos allá por 1997 (¡Hace ya diez años ni más ni menos!)... Tantas y tantas tardes de lluvia y alguna que otra de sol. Todos ellos forman parte de este laaaaargo trabajo que aún hoy sigo escribiendo. Así que sin más explicaciones (¿os pareceieron pocas?) doy por finalizado este post tan petardo.
Y lo a gusto que me quedé.

Sobre los héroes: el sustrato celta



La Europa occidental poseyó desde antes de las invasiones romanas una vasta cultura propia. La mayor parte de esa cultura se perdió tras la romanización y de ella sólo nos quedan pequeños grabados en alfabetos distintos a latino (el actual, con alguna variación). En el noroeste de Europa quedan aún vestigios de alguna de estas culturas prerromanas, la céltica.
Hoy en día se sabe muy poco de este pueblo, la mayoría se debe a un libro conservado en irlanda llamado Leabghar Gabala o Libro de las Conquistas, el libro relata los orígenes del mundo desde el punto de vista de un personaje llamado Tuan Mac Cairill que fue reencarnándose hasta los días en los que se puso por escrito el relato (siglo XI, se estima), los rasgos son del todo indoeuropeos, explicando como se repite una y otra vez en todas las culturas adscritas al indoeuropeismo: el mundo comienza con un gran diluvio universal que finaliza cuando los hombres encuentran de nuevo tierra firme. A parte de este libro, se conservan numerosos immrama (cantares populares irlandeses).
Los immrama irlandeses cuentan las aventuras de un héroe que se hace a la mar en busca de aventuras, la característica principal es que viaja al Otro Mundo en busca de la sabiduría. Se puede ver que esta característica también formaba parte del imaginario grecolatino ya que Ulises, bajó al Hades donde conversó con héroes y demás personajes. Los immrama más importantes son el Mael Dúin, que parte en barco a vengar la muerte de su padre y el canto de Bran, el héroe más popular de este imaginario que tiene diferentes versiones en todos los territorios que fueron ocupados por los celtas (se le conoce como Bren y Bron dependiendo de la variedad lingüística del lugar). Para los celtas ser el rey, o un importante héroe no simbolizaba riquezas y bonanza sino que esa persona debía sacrificarse por los suyos hasta el final por encima de su propia vida, su amor o sus creencias[1]. Cierto es que para los celtas los bienes materiales no eran tan relevantes como para los latinos y que su muerte sólo era una puerta a otro estado del vivir.
De todos modos, el esquema de héroe celta repite casi al cien por cien el esquema griego o su sucesor latino. El sacrificio personal, la lucha por los suyos y el sometimiento a un poder superior son constantes que se repiten en el patrón heroico hasta el momento.

[1] May, P.P.G., Los Mitos Celtas, Madrid, Acento, 1998

martes, 4 de septiembre de 2007

Nada que ver... o sí...

Como muchos de vosotros sabéis (muchos de los que leen este blog, que vienen a ser mi novio y mis amigos... ¬¬) he decidido darle una vuelta más al trabajo ese sobre los héroes que hice el curso pasado en Alemania (Sí, este mismo que estoy publicando por aquí).


Voy a darle un nuevo enfoque, más actual. Si bien he hecho una persperctiva de la evolución de la imagen heroica hasta el siglo XVII, ahora me voy centrar en el siglo XIX y XX (¿Y por qué el XVIII no? Pues porque es una sosez de siglo en cuanto a héroes y porque no me gusta a mí :P) y comparar con los rasgos folclóricos del héroe popular. Es algo que siempre quise hacer y ahora que ya he empezado se ve mucho más fácil, de todos modos ¡filólogos míos y no tan míos, y aficionados al cómic, reclamo vuestra ayuda con la bibliografía!


Por cierto, he decido usar a mi querido y entrañable Kenshin como modelo, y no sé qué cómic americano meter T_T, le preguntaré a la Galleta :S; de todos modos cualquier sugerencia será agredecida.





Atentamente, R. Ravencrow ['reivencra:]

lunes, 3 de septiembre de 2007

Sobre los héroes: El héroe clásico



El héroe clásico, que es el que hemos colocado como iniciador de esta muestra, remonta sus orígenes a la Grecia Clásica. Está claro que este héroe tiene antecedentes que se hunden en la historia no escrita de Europa, en mitos y leyendas rurales cuyos orígenes no están claros. Este héroe es fruto de largos años de maduración y transmisión oral de rapsoda a rapsoda.
Existen muchos héroes en la mitología de la Grecia Clásica pero nos centraremos sólo en uno que sirve en mayor o menor medida para ejemplificar los rasgos fundamentales de esta época: Ulises (siglo VIII a. C.).
Ulises es un importante personaje de la Ilíada y el protagonista de la Odisea, ambos poemas atribuidos a Homero. Su principal característica es la astucia, de ahí que Atenea, diosa de la inteligencia, sea su protectora. De él es la idea del célebre Caballo de Troya (con que por fin lograron entrar en la famosa ciudad). Después de diez años luchando en dicha guerra, Ulises decide regresar a su patria, Ítaca (de la que es rey) pero los dioses, a cuya voluntad esta sujeto nuestro protagonista no lo permiten dejándole otros diez años navegando y viviendo numerosas aventuras (el muy tratado tema del Polifemo sale de este relato, por ejemplo). La voluntad de Dios/los dioses es un importante elemento en toda literatura épica, lo veremos en todos los relatos sin contar los finales, en la etapa de decadencia de este tipo literario.
La estructura del poema tiene numerosas características que revelan su origen oral como la repetición de epítetos “el sufridor Ulises”, de versos “cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa”, e incluso de tiradas completas. Esta repetición que estuvo tan condenada por los romanos (pues la consideraban degradante para el relato) es una clara muestra del carácter oral del canto. Se puede ver también más adelante en los cantares de gesta medievales.

Unos siete u ocho siglos más tarde, Virgilio retoma la epopeya en su Eneida, en la que se narran las aventuras de Eneas, otro personaje de la homérica Ilíada, el cual huye de Troya por orden de su madre Afrodita. El personaje virgiliano no tiene el mismo carácter que el homérico, es decir, la literatura épica había madurado a lo largo de los siglos dándole pues Virgilio a este personaje un carácter más humano, con sus errores, vacilaciones y dudas e introduciendo los ideales políticos de su autor (no olvidemos que Virgilio estaba bajo órdenes de Augusto). Los personajes del relato están sometidos a dos variables: por un lado la del autor y por otro lado la del Hado (la voluntad de los dioses)[1], de ahí que el Eneas virgiliano carezca del colorido de la poesía épica griega pero posea una profundidad distinta a los personajes griegos.

[1] Conte, G.B., Memoria dei Poeti e Sistema Letterario, Turín, 1974

domingo, 2 de septiembre de 2007

Sobre los héroes: Consideraciones históricas



Como hemos dicho anteriormente, nos centraremos en la evolución del héroe desde Grecia, hasta el Siglo de Oro español atendiendo a las variaciones sociopolíticas que propiciaron el cambio de valores.
El héroe griego, pondremos como ejemplo a Ulises de la Odisea (depende de la traducción puede llamar Ulises u Odiseo), nace al calor de una civilización ya asentada. Sus bases filosóficas están claras desde el principio y aunque, evidentemente, la tradición hunde sus raíces mucho más profundamente que estos primero escritos, el héroe se adapta a unos valores que definen la sociedad griega de la época. El héroe griego es un héroe pagano y rinde culto a dioses que nada tienen que ver con el posterior héroe cristiano de la materia de Francia, o la de Bretaña. De cualquier modo sigue cumpliendo unas características que se repetirán hasta el resquebrajamiento de este arquetipo humano: es valiente, comprometido con su pueblo, sus orígenes son indiscutiblemente nobles, sus problemas difíciles de superar pero con una llegada a buen término (final feliz, que Aristóteles consideraba como la más alta expresión de lo trágico y la catarsis más válida de las posibles[1]). Los libros homéricos servían en la Antigua Grecia como speculum para los jóvenes que debían leerlos e intentar, dentro de sus posibilidades, tener un comportamiento digno de héroes, los libros de Homero servían también como libros de historia, de poesía, etc.
Del héroe griego pasamos al héroe romano. El héroe romano, por ejemplo Eneas (que no deja ser griego, al fin y al cabo), es muy similar al griego en cuanto a características heroicas, la diferencia entre Eneas y Ulises, Aquiles o Hércules radica en que en la época en la que Virgilio escribió su Eneida, el género épico ya tenía una tradición de la que carecía en tiempos de Homero; por tanto su autor, Virgilio, deja entre ver en su poema su cosmovisión (Weltanschauung) y participa pues como persona en el poema; deja su huella, cosa que los autores de los otros poemas épicos no hacen.
Y es entonces cuando llegamos a los Años Oscuros de la Historia: el medioevo. A partir del siglo III d.C. el Imperio Romano entra en crisis. No es una simple crisis, es una crisis general, los valores del pueblo romano caen, se producen robos y atracos, el Emperador posee una extensión de terrenos tan grande que es imposible manejarla (teniendo en cuenta las circunstancias de comunicación de la época). Las guerras civiles comienzan en diversos puntos del Imperio con pequeñas rebeliones militares que poco a poco desbaratarán el Gobierno central. Al mismo tiempo, en las fronteras, los bárbaros (sobre todo los germanos) comienzan una lenta invasión pacífica. Los germanos realizan foedus con Roma, consiguiendo así el rango de aliados o federados, no súbditos. Paralelamente, el Cristianismo comienza a tomar auge, los seguidores de la nueva religión son perseguidos a pesar de ser cada vez más los adeptos. Finalmente en el 313, Constantino y Licinio emiten el Edicto de Milán en el que se declara la libertad de culto. Por entonces ya la mitad de la población del Imperio profesaba la religión cristiana. Pocos años más tarde las invasiones se van haciendo cada vez más violentas, los godos invaden Hispania y el norte de África (hacia mediados del siglo IV) y Alarico saquea Roma en 410. Finalmente el Imperio de occidente cae en 476 cuando el Emperador Rómulo Augústulo es depuesto cayendo en manos germanas la parte occidental de Europa.
Es entonces cuando el héroe europeo-occidental se cristianiza, a partir del siglo IV, una vez desaparecida la cultura romana surgen diversos mitos en la distintas regiones del Antiguo Imperio, así pues tenemos numerosos héroes cristianos en el norte de España y Francia (los franceses más notables serán sin embargo después del Imperio Carolingio), así como el nacimiento en tierras británicas del mito de Arturo, “rex quondam rexque futurus”. Podemos dividir en dos etapas esta época:
Una primera etapa abarca los cinco primeros siglos después de Roma, esto es del año 500 d.C. al año 1000 d.C. Tiene que ver con el asentamiento definitivo de los pueblos godos sobre el sustrato romano: los pueblos godos, que venían del norte, ya habían adoptado el latín como lengua propia de manera que se conservan casi todas las costumbres romanas pero bajo un diferente régimen de gobierno (comienza la etapa feudal). Es una invasión pacífica. Hemos de contar también con el sustrato preexistente en algunos pueblos (norte de España y Francia, Irlanda y Bretaña) que deja también la influencia de los pobladores prerromanos adscritos a la cultura céltica (de ahí las ricas mitologías paganas de estos lugares que aún hoy en día se conservan). Los héroes celtas como Bran (que aún hoy se conserva viva su leyenda en Galicia, por ejemplo) cobran relevancia, pero también en el norte de España surgen los primeros mitos cristianos, como la famosa batalla de Covadonga donde el primer rey cristiano de lo que fuera Hispania, planta cara a las invasiones árabes (mito del rey Don Pelayo, del que se hablará posteriormente). Ésta es también la época de Carlomagno, fundador del Sacro Imperio Romano Germánico y sobre el que se inspiró gran parte de la literatura épica francesa de la siguiente mitad del medioevo.
La siguiente mitad de la Edad Media se caracteriza por una relativa paz (recordemos los sangrientos episodios sobre la sucesión del trono que hubo en los reinos hispanos por ejemplo) y por una recuperación demográfica y económica. El comercio de lana y cereales está en auge y la población en torno a las ciudades comienza a crecer. En estos núcleos urbanos comienzan a desarrollarse distintos negocios diferentes al sector agrario y la economía europea comienza a moverse de nuevo. Este movimiento económico propicia sucesivos reajustes en la política interior de cada territorio llevando lentamente a las clases bajas de la nobleza a un papel meramente simbólico. Es en este momento cuando todos los mitos creados en los cinco siglos anteriores comienzan a tomar fuerza de nuevo como modelos de persona que habían sido los nobles alguna vez, es una imagen casi nostálgica. Surgen con fuerza las canciones épicas que, como en la Antigua Grecia, son recitadas por rapsodas modernos (trovadores, juglares…). Muchos de estos cantares se ha perdido hoy en día, pero los que se conservan recuerdan con nostalgia las grandes gestas del pasado haciendo añorarlo a la cada vez mayor cantidad de nobles venidos a menos. Son ejemplos la famosa Chançon de Roland (en torno a 1170), Das Nibelungenlied (siglo XIII), el Cantar de Mio Çid (cuya fecha varía dependiendo del manuscrito), los Libros de Alexandre (s. XII) y Apolonio (s. XIII) o las novelas de Chrétien de Troyes (1135 – 1190), según muchos primer novelista francés.

La caballería sublima sus aspiraciones [las de la nobleza] y define ante todo una clase de derecho más que de hecho, queriendo constituirse como una “orden”, un ordo, de inspiración divina, frente s los clérigos y a los villanos y sobre todo ante esos burgueses que, con sus ganancias y su trabajo, adquieren cada vez un poder mayor sobre la economía y la política.[2]


Con todo esto, hacia mediados del siglo XV llega el Renacimiento a Europa. En realidad, el Renacimiento no llega a todos los países de manera uniforme sino que nace en Italia con los nuevos conceptos políticos que incluyen las teorías de Maquiavelo (por ejemplo) y que excluyen la religión. Es el nacimiento de una época antropocentrista que da a los hombres el poder sobre otros hombres (siendo estos primero elegidos y representantes de Dios, claro). Tras los azotes bacteriológicos (la peste negra) y las guerras de la Baja Edad Media, la sociedad se sume en un caos de credo y de comportamiento, se multiplican las asociaciones de ladrones y asaltadores de caminos y los nobles, propietarios de las tierras las dedican a la ganadería trashumante. La sociedad necesita un cambio y es cuando comienza el Renacimiento.
El Renacimiento no es exactamente una época de grandes avances científicos, recordemos que la Antigüedad Clásica es modelo de los grandes sabios y por tanto defensores de teorías como el geocentrismo (los que refutaron estas teorías fueron enviados a la cárcel, como Copérnico). Pero sí es la definitiva elevación de las lenguas vernáculas a la categoría de lenguas nacionales tan válidas como el latín.
Todos estos cambios tienen una repercusión social, cada vez es menor el papel de la nobleza y surgen los primeros brotes de los que más adelante será el Absolutismo. Cada vez es menor el papel del héroe cuando en algunas naciones hay soldados conquistando nuevos territorios, héroes vivos como Hernán Cortés o Pizarro (que más adelante perderán mucho prestigio al escribirse las Crónicas de Indias). Por otro lado, las literaturas picaresca y pastoril comienzan a tener tanto peso como la novela caballeresca que es la que nos lleva de la mano de los héroes, de este periodo son destacables en la literatura española héroes como Amadís de Gaula (cuyo origen es supuestamente, portugués) o Tirante el Blanco (Tirant lo Blach), los “best sellers” de la época. El desprestigio de este héroe, que recuerda demasiado a una época feudal poco agradable para una mayoría de pueblo llano lleva a que cada vez sean menos las novelas de este tipo (aunque no disminuya el número de lectores) y que los aficionados al género tengan que bucear por las raíces Clásicas para obtener más material de lectura.
Todo este proceso de decadencia nos lleva a la culminación del desprestigio del héroe a principios del siglo XVII, o al menos es lo que interpretaron los lectores de la época, con la publicación en 1605 de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, obra cumbre de Miguel de Cervantes. Desde un punto de vista actual no puede decirse que realmente, Don Quijote sea la representación del antihéroe en el sentido estricto de la palabra pues es un personaje con demasiada profundidad como para poder compararlo a los planos héroes de la última etapa de la caballería; pero vamos a dejarlo como punto final para esta pequeña muestra.


[1] “[…] En segundo lugar está la estructuración, que algunos dicen que es la primera, a saber la que tiene la trama doble, como la Odisea, y termina de forma contraria para los mejores y para los peores.” Aristóteles, Poética, trad. A. Villar Lecumberri, Madrid, Alianza, 2004 (p.66)
Se refiere (Aristóteles) a la “justicia poética”, esto es la recompensa a los justos y el castigos a los malvados.
[2]García Gual, C., Historia del Rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda. Madrid, Alianza, 1983

Sobre los héroes: Introducción

Desde los orígenes del homo sapiens hace ya dos millones de años en África hasta nuestros días, el hombre ha necesitado (y necesita) modelos ideales a seguir. Ya fuera la Gran Madre Tierra, en los orígenes, los dioses egipcios, griegos, romanos, el Dios Único de judíos, cristianos o musulmanes, el hombre se ha fijado siempre un ideal a seguir (o su Dios). Sin embargo no sólo estos modelos divinos han guiado los pasos de la humanidad, existen numerosas referencias heroicas desde tiempos inmemorables.
Según el D.U.E., María Moliner[1], un héroe es:
Héroe (del lat. “heros, -ois” del gr. “heros”) 1 m. Mit. Hijo de un dios o una diosa y un mortal, como Hércules o Aquiles. 2 Persona que he realizado una hazaña admirable, para la que se requiere mucho valor […] => Caballero andante, campeón […]

Históricamente el tema heroico ha formado parte de la literatura universal desde antes de cualquier manifestación escrita en forma de canciones, poemas, etc., que eran memorizadas por rapsodas y recitadas en eventos de carácter o bien lúdico, o bien religioso. Se tiene constancia de los rapsodas griegos sobre los que Aristóteles habla en su poética (y en su división de género trágicos) quienes recitaban las hazañas tradicionales que han llegado a nosotros (algunas de ellas) en forma de la Odisea o la Ilíada firmadas por Homero. Nada se sabe sobre el enigmático Homero y la autoría de dichas obras según muchos estudiosos pertenece a más de un poeta pero de su pluma descienden la mayoría de héroes europeos que pueblan nuestra mitología desde el mítico Eneas, Arturo, etc. hasta el mismo Amadís o incluso la antítesis de ellos, don Alonso Quijano (no directamente).
Nos centraremos el tema heroico europeo que surge tras la caída de Imperio Romano e iremos siguiendo su evolución hasta la caída del mito en el barroco español. Por supuesto el tema heroico ha continuado tras esta caída has nuestros días, claros ejemplos nos los da la literatura romántica por poner un ejemplo, pero no los consideramos pertinentes al tema del seminario.

[1] Segunda edición, Madrid, Gredos, 1998